sábado, 2 de noviembre de 2013

La culpa fue de la luna - con Anna S. Tribbiani

Anoche volví a enamorarme. Empiezo a pensar que padezco de "imaginación sin permiso". Así que aquí estoy, recorriendo una vez más con cautela varios años de caricias que han dejado cicatrices, aunque esta vez es mejor porque la culpa es tuya. Espera, echémosle la culpa a la luna... o puede que a mi complejo de gato. No, no te precipites. No es por lo salvaje, sino por lo curioso; prefiero encontrarte y morir en el intento. Le debo ya mil lunas a la noche, por cada noche que ha tenido que aguantarme maullando mis condenas en formato de elegía. No puedo permitirme echarle la culpa. Será cierto eso que dicen que la curiosidad mató al gato. Si así es, más me vale tener 7 vidas, aunque no sé si cuenta doble si mueres 7 veces por la misma causa. Si me dejan jugar esta trampa, te regalo todas mis muertes.
Aunque me apetece hablar de atardeceres. No sé si por el deseo de dibujártelos en la espalda, o simplemente por dejar que se me cuelen entre los dedos. ¿Sabes cuantas veces te he imaginado en mi cama? Guárdame el secreto, pero llevo un par de meses discutiendo conmigo misma sobre si debería llenar mis vacíos. El hueco de mi espalda cuando la arqueo al despertarme, el espacio entre mis labios cuando suspiro. Lo curioso es que por un momento tuve la sensación de que te diseñaron al milímetro. Créeme entonces si te confieso que tal vez sea un suspiro. Uno de los tuyos. De los que salen sinceros del crepúsculo de tus labios. Puede que de ahí me deje llevar por el compás de tus caricias y aterrice, sin querer pero gustoso, en los atardeceres de tu espalda, y simplemente dejo que la gravedad se encargue del resto.
De que todo caiga por su propio peso, como ese pelo que siempre te molesta tanto cuando te cae sobre la cara y te lo acabas apartando mientras te enfadas y te pones preciosa porque créeme, cuando frunces el ceño así y se te escapa la risa se me olvidan todas las quejas del mundo. Y es el mundo quién se queja entonces. Envidioso por que no sabe alcanzarnos. Porque no es algo que te enseñen en la escuela. Se aprende en casa, como cuando te vas a trabajar dejándome tu media sonrisa como paga y señal de que volverás para comer a las tres. Y me quedo a los pies de tu cama, sin cigarrillos, porque ahora me fumo tu sombra de ojos (que es mejor el vicio), mientras le escribo cartas a tu ombligo. Porque ya sabes que nunca me gustó trabajar, o no en algo que no fuese escribirte cartas para que te las fumases cada noche o dejases de leértelas. Trabajaba en luchas frustradas y vivir para contarlo, aunque los que no son de mi especie parezcan estar sordos
que enmudecieron el día en que me susurraste que no te gustaban los besos que sabían a tabaco. Y desde entonces, créeme que no me queda más remedio que esclavizar mi sangre en un tintero. Bien para dibujarte sin pulso firme (porque de eso ya no me queda), o bien para retratar tus osadías de los domingos por la tarde. Y mira que son muchas las horas que dedico a intentar ajustar tus silencios en pentagramas, y me encanta, porque siempre me cuesta salir airosa de esto

Creo que ayer me enamoré tras leer aquella frase que decía algo como "never give up on anybody, miracles happen everyday". No quiero que pueda influir en el quedarte esta noche o no, pero hemos vivido tanto juntas en mi cabeza que necesitaré una vida entera para contártelo. Suerte tengo de ser gato, aunque sea solo por esta noche, porque puede que con 6 vidas no me baste para hacerme a la idea que hoy la luna nos culpa a nosotras.







Anna S. y Ane Santiago

[ http://yellowfishbowl.blogspot.com ]

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