domingo, 3 de abril de 2011

A veces creo que mi única salvación está aquí, entre manchas blancas y negras... sí, he vuelto. Aquí, a la herida, al lugar de siempre. A la guarida de dragones cobardes y victorias de caballeros sin méritos.
Quizás ya es necesidad o rutina pero salva mi ahogo. Me da oxígeno y valor para coser y descoser mi historia sin dedal, para luchar sin armadura: o bién por quitármela yo misma, o bién por miedo a reconocer que la he perdido.
Es muy difícil ser consciente de la cordura propia en un mundo de ignorantes. Yo me bebo los eufemismos de un trago, no me importa si duele o no, es la única manera de crecer.
Llamar a las cosas por su nombre, dejar de engañarnos e incubrirnos por la hipocresía. En cierto modo es algo que a todos nos persigue, todos cometemos el error de mentir tarde o temprano. La virtud está en ser consciente de ello.
Consciente de que nos engañamos de principio a fin. Pintamos puzzles pieza a pieza, cuidando que la hiel sea dulce y delicada, no fuera caso que alguien nos oyese caminar de noche traicioneros, hacia el camino fácil mientras creemos que todos duermen y no es así.
Hay miles de mentes dormidas, pero aún quedan unas cuantas despiertas, y mientras sigamos así, almenos la mía, intentará desvelar a las demás.
Solamente por un momento, robarles el aire, la atención, hacerlos míos, de mis palabras y el lenguaje de los sentimientos... mientras yo sigo aquí sentada, entre infierno y paraíso, atormentándome, maldiciendo a gritos el silencio que respiro, todo lo que puede decirme y sólo yo soy capaz de entender...