jueves, 4 de septiembre de 2014

Para A. los días en que se le olvida como brillar

Sé que te asusta septiembre 

Porque te comen las nubes.
Empiezan los finales
Y acaban los principios.
Y una nunca está preparada
Para decir adiós,
Por mucho que nos eduquen. 


Pero también sé
Que no existen batallas
Para quien no puede lucharlas.
Que no existe victoria
Para el que no mordió el polvo.
Y que la mayoría de veces
Es quien observa desde fuera
El que recibe más golpes
En su coraza. 


Y también sé qué es despertar contigo
Ver a tus demonios pasearse
Y que no tengan valor de hacer más
Que pisarte los talones
Arrancarte la ropa
Y ver como desnuda
Resurges de tus entrañas
Sin contarle nada al mundo. 


Sé que detrás de tu sonrisa
Se esconden mil arañazos
Curados con los años
A base de caricias propias.
Y sé que en el fondo
Cada vez que hablas de dolor
Es porque el mismo se te escapa
Pero incluso así
Incluso así, amiga
Te veo mucho más fuerte. 


Y ¿por qué no?
Pienso que la vida no da lo que le devuelves
Si no lo vas a buscar tú.


Pero sí sé
Que puedes
Que sabes
Que sientes
Que mueves
Que tienes
Las ganas de luchar del mundo. 


Que has salido ya de mil desiertos
Y no te amarga el mil y uno.
Porque así es tu vida con un retrovisor:
La mirada fija para ver qué viene
Y un punto muerto para ver lo que se va.

Siempre consciente de que el tiempo
No se mide por veranos
Ni por inviernos;
Ni siquiera por febreros
Que te hacen recular. 


Que la vida es una sola
Y los cambios son constantes.
Que muchas veces el uno
No debe ser una suma de dos.
Y que la mejor compañía en la tierra
Se debe labrar en dos brazos:
Los de una misma. 


Que tu piel se volvió atópica
Para poder soportar el fuego
De un alma de verdad
Que sabe volar por si misma.
Y que tus huesos saben ser fuertes
Fuertes por si solos.
Y tus piernas saben ser largas
Para que llegues donde quieras. 


Pero solo quiero
Y solo espero que sepas
Que por mucho que tus luchas lleguen
Siempre podrán ser nuestras