miércoles, 30 de enero de 2013

"Para siempre"

no ha existido nunca.
Para siempre como las noches en vela que jamás nos atreveremos a contar;
tampoco a cantar -o quizás sí pero a la almohada.
Como las caricias que dimos que aún arden en espaldas ajenas,
o lo que no nos atrevimos a decir.
Como las mentiras que contamos a los demás y a nosotros mismos;
los "te necesito" que dijimos y acabaron olvidados.
Para siempre como las heridas en el alma que solemos decir que se han cerrado;
o el olvido momentáneo de sus cicatrices.
Como el montón de cartas que me dedico a mandar,
y nadie podrá leerlas.
Como la parte de el mundo que no sabemos explicar,
que de pronto se rompe y simulamos haber olvidado.
Como el bueno y el malo de todos los cuentos que se han escrito,
y la piel del escritor como folio.
Para siempre como lo que queda por hacer y no pudimos,
lo que quisimos decir, o simplemente lo que olvidamos.
Para siempre como el mañana que nunca llegó,
y no pudimos arrepentirnos al día siguiente.

Para siempre, como todo lo que se acaba marchando.
Como los recuerdos.
Como el todo.
Como la nada.
Como todas las mentiras que se nos acaban quedando grandes. 




jueves, 3 de enero de 2013

Primera vez

Hemos empezado con mal pie;
tú tan fría, yo tan de piedra.
Lo que no quisiste decir,
me lo han contado tus ojos.
Y todo casi sin rechistar,
fijando tus párpados abiertos.
Quizás lo del mal pie sea solo una excusa,
para volver a girarme y encontrarme con ella.
Quizás el término “mal pie” nos favorezca,
y choquemos el uno con el otro.
Y nos ayude a perdernos al encontrarnos,
en ti, en mí, en todo.
Y me sorprende que sea casi sin mirarnos.
Tus ojos me enseñaron,
que no hace falta hablar para hablar.
Sólo sentir para expresar.
Saberlo todo en un silencio,
y sin apenas mirarnos.
Sin apenas tocarnos;
alma con alma: mudas.
Por primera vez y, disculpe la osadía,
permítame dudar que sea la última.
Sólo serán nuestras primeras sonrisas recíprocas;
sólo y para siempre, como todos los recuerdos que estremecen.
Infinitos, irrompibles.
Hogar del corazón cuando se pone triste.
Cálidos, que no huyen.
Tampoco te escapes tú;
déjame encender la llama.
Tampoco te apagues,
que llevo luz suficiente para los dos.
Y si dudas un momento vuelve a buscarme.
No grites, no te asustes, sólo cógeme de la mano.
Y mírame de nuevo, y piérdete conmigo otra vez.

Por Adrián Salcedo y Ane Santiago.

http://columpiosdepapel.wordpress.com , aquí tenéis el blog de el señor poeta con el que he escrito esta pequeña composición, espero que lo disfrutéis, merece la pena:)! ]