lunes, 4 de noviembre de 2013

Las botas de agua son para saltar en los charcos

La taza de té a mi derecha, las medias en el suelo y de manta el silencio -pero déjame los pies fuera, que sabes que aunque los tapes seguirán estando fríos. La cama de diez hectáreas, tú tan lejos y yo con tanto que decir y tan pocas ganas de hacerlo -lo de decir, digo.
Abre algo la ventana; ha llegado el otoño, ¿eh? Vuelven los días malos. Llevo pensándolo todo este tiempo, y puede que lo de madrugar tanto y esconderme por las tardes sea cosa de la luz. Sé que odiabas irte a dormir tarde así que yo también he empezado a hibernar, así ya no te echo de menos -ni de más, aunque peor castigo sería. Soluciones sencillas para grandes errores. Maldita la hora en que... bah, da igual. Da igual. Llueve sobre mojado. Ahora me retuerzo entre las sábanas esperando que mañana sea menos gris, o que se seque todo el agua que me ha calado hasta los huesos. Hondo, sí. Muy hondo. Lo divertido de la historia es buscar culpables: o yo por mantenerte lejos o tú por no entender de distancias. Siempre me enamoro de hombres con la cinta métrica atrofiada; demasiado cerca nunca era suficiente. Yo no quería que entrases ni tú querías pasar, pero al final entre una copa y otra acabaste metiendo el pie y sin darme yo cuenta te instalaste de escondidas. Y todo eso por no querer ver. Joder, qué rápido se me va la luz. Maldito gobierno, me he pasado el mes conspirando sobre por qué demonios quiere que se haga de noche temprano si la única cuota de natalidad que aumenta es la del miedo.
Y ahora nos necesitamos. Te necesito yo para hablar y tú para callar a mis demonios sin nada que decir. Mentira, necesitar es una palabra muy fea. No, no. No te necesito, porque ¿sabes? Yo jamás he necesitado a nadie ni tengo intenciones de hacerlo. ¿Lo ves? Ahora hasta los verbos me piden socorro y sin auxiliares, solo pronombres que nos poseen y hacen que nos poseamos.

Mírame, muerta de frío y saltando en un charco -al menos esta vez me he puesto las botas para hacerlo tranquila. Y cojo gripe, y llega el invierno y cada vez estaré más empapada.

Te prometo que me quedo tiritando y no me muevo con la condición de que estés dónde estés tú harás lo mismo.



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