miércoles, 2 de mayo de 2012

Me gusta el aliento de la soledad en mi espalda porque en el fondo me hace creer que detrás de mi sigue habiendo compañía. Y es que me siento mal sin nadie pero a gusto conmigo misma, y me siento bien acompañada aún sin rumbo ni destino.
Me gusta cuando estás tú y no estoy yo, porque entonces estamos nosotros y al irte poco a poco parece que ese conjunto se vaya disipando manteniendo una fuerza imantada que me recuerda que volveremos a vernos, como si el tiempo fuese circular y aquel instante fuese a repetirse mil veces.
Me gusta cuando me miras porque me da la sensación de que por un momento somos todo para siempre; para siempre en ese instante concentrado en la emoción de un latido, pero en un infinito que acaba terminando en nada.
¿Qué importa si hemos sido o si seremos? Si hoy por hoy podemos decir qué somos. Y, ¿qué somos? Algo, casi mucho, casi poco o casi nada. ¿Hasta cuando? Días, meses, años, segundos...déjame que robe el instante y en mí se haga eterno para... ¿Para qué? Para siempre. ¿Infinito? No existe. ¿Entonces...?


Es curioso como somos todo, nada y para siempre en un jamás.

3 comentarios:

  1. Solemos decir que el futuro ya vendrá, que no hay que pensar demasiado porque llega muy pronto, como dijo Einstein, pero es inevitable pensar e interesarnos en él porque es el lugar donde nos hallaremos el resto de nuestra vida, como dijo el famoso cineasta Woody Allen. Está bien hacer referencia a la poca importancia que le daremos al futuro fortaleciendo así nuestra debilidad, que es el futuro mismo. Está muy bien el texto, pero más certero sería si esas alusiones al porvenir no fueran tan despreocupadas. Saludos

    ResponderEliminar
  2. ¡Muchísimas gracias por la crítica! Me apunto las correcciones, hay que seguir progresando:)

    ResponderEliminar
  3. No son correcciones ni mucho menos Ane; cada uno tiene su propia percepción de ver las cosas. La verdad es que mi comentario ha sido demasiado subjetivo, quédate con el "está muy bien el texto".

    ResponderEliminar