miércoles, 9 de mayo de 2012

Buscabas un cambio y me dijiste que te faltó tiempo; que no habías podido reflexionar sobre tus errores, tus defectos y tus virtudes pero que lo intentarías de nuevo por mi.
Yo te respondí que los cambios debían hacerse hacia dentro, para uno mismo, pero ahora me di cuenta de que estaba equivocada.
Ni tú ni yo debíamos cambiar; ni para nosotros ni para nadie.
El querer es un gran juego de espejos en que la realidad a medida que pasan los días se deforma: se dilata, se encoge, toma formas surrealistas y hasta desagradables.
Con el tiempo he comprendido que tras esos espejos hay una realidad muy clara que acaba siendo querida con sus verdaderas caras feas, pero también con las más hermosas.
Fue entonces cuando te dije que había sido un error pedirte que jugases con una baraja que no fuese la tuya.
Y me miraste, y me preguntaste que qué había sido aquello que me había hecho cambiar de opinión.
Yo simplemente respondí que me había dado cuenta de que a los demás se los quiere libres y transparentes.
Me devolviste una sonrisa melancólica y me comprendiste, volviste a envolverme entre las mismas sábanas y simplemente dijiste "te entiendo".
Por eso hoy te quiero aún más que ayer

No hay comentarios:

Publicar un comentario