domingo, 14 de abril de 2013

No la pena

Por mucho que intentemos convencernos a nosotros mismos de que no, los finales ya están escritos, y no podemos cambiar el curso de las cosas.
Sí es cierto que a veces las intenciones son gratas, incluso sinceras. Somos tan valientes que hasta prometemos sin pensar -ni siquiera en las cicatrices que ello puede dejar en la piel de nuestra alma en algún futuro incierto, que parece que no llegará nunca.
Pero llega. Sí, lo hace. Y lo digo sin nostalgia de lo que esperábamos que fuese; pueden llamarme conformista.
¿Saben? Es una mierda. Nos dedicamos a hacer hipótesis y planes y dejamos de fluir sobre nosotros mismos cuando esa debería ser la única tarea pendiente, pero no echamos de menos antes de perder, cuando es lo único que estamos haciendo. Aunque, en realidad, eso me gusta creer que no es del todo malo.
Tras saltar un gran abismo que nos creíamos incapaces, de pronto tenemos la certeza de que podemos con todo. En ese momento, cuando entendemos que todo se pasa, nos hacemos un poquito más mayores. Comprendemos que no hay nada ni nadie imprescindible, pero también que hay personas que multiplican nuestra felicidad exponencialmente y por eso las cuidaremos más que antes -y la primera es uno mismo. Cuando prefieres perder a alguien que perderte a ti , incluso si el primer factor implica volver a preguntarte por tu fuerza, entonces, en ese instante -en que los envidiosos te llamarán egoísta, los aburridos te señalarán con el dedo y los que te quieren te harán quererlos todavía más- puede que realmente hayas encontrado un caminito hacia ti mismo.

Muy probablemente todo lo que diga no esté fundamentado más que en un par de cicatrices que da miedo enseñar, pero si tengo la certeza de algo es de que tarde o temprano las heridas dejan de doler, las canciones dejan de sonar, de que la sopa se enfría y los trenes pasan sin esperar a que llegues. Por eso creo que es tan importante olvidarnos por un segundo de lo que deberíamos ser, y empezar a ser lo que queremos.
Porque como bien dijo alguien un día, hay que quedarse con lo que vale la alegría, no la pena.

1 comentario:

  1. El guarda (como un tesoro incalculable, pero guárdalo, que es su hora), suma y sigue puede ser desgarrador, pero, mira, ¡mira!, lo desfasadamente bien que te puedes encontrar al cabo de un tiempo (que era necesario, pero qué reparador); mira, ¡mira!, lo increíblemente positivo, grande y bonito que pinta el tiempo que viene por ahí delante.

    Agárrate fuerte y, sobre todo, a todo aquello que se te plante -ahora- en mitad del camino.

    Feliz alegría, Ane Santiago.

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