viernes, 10 de mayo de 2013

Wertgonya


Lo cierto es que este blog es bastante narcisista; mis sentimientos, mis fotos, mis, mis, mis…así que hoy haré una excepción y hablaré de algo que nos preocupa a muchos (eso sí, como siempre, desde mi punto de vista, para no perder las costumbres).

Bien, lo primero de todo es decir que lo voy a escribir en español, para que no se me catalogue de preferencias ideológicas por h o por b, y porque es mi lengua madre. Dicho esto, allá voy:

Llegué en junio del 2003 a la edad de 8 años a Sant Andreu de Llavaneres (Barcelona)  desde Burgos (ea, buscadme un sitio que no sea Madrid y sean tan españoles como allí) sin saber decir una palabra en catalán. Mis padres nos buscaron a mi hermana y a mí una profesora particular para aprender la lengua, y nos escolarizaron en un centro público dónde, obviamente, en excepción de la asignatura de lengua castellana todo lo que cursaba era en catalán. El único trato especial que recibí fue por parte de mis compañeros, quienes al empezar a hablarme en español cogieron la costumbre y siguieron haciéndolo (en excepción de algunos con los que acabamos cambiando). El resto de gente (profesores, e incluso padres de mis amigos) me hablaban en catalán con absoluta naturalidad, y yo lo recibía de manera positiva, no como una especie de sometimiento. La regla era fácil: yo tenía la oportunidad y el privilegio de dominar dos idiomas, dos lenguas, y de pensar, sentir, y educarme en cualquiera de las dos, sin suponerme un problema de ningún tipo. Al contrario: me enriquecía.

Hoy por hoy, he pasado el mismo número de años en Castilla y León que en Cataluña (siendo vasca, para reventar el combo). Domino por igual la lengua española como la catalana, y ¿saben qué creo? Que deberíamos observar el tema de la inmersión lingüística como la niña de nueve años que llegó aquí sin tener ni idea, pero con ganas de aprender.

Puede que Cataluña no sea un país, pero tiene una cultura propia preciosa (y no entraré en comparaciones con la española, porque todo esto es un mero hecho subjetivo y es asunto de cada uno), y dentro de ella está su lengua. Me parece vergonzoso que por orgullo y patriotismo se esté llegando a este tipo de extremos, en el que a la gente llega a cegarles tanto su dogma que dejan de valorar lo que verdaderamente puede enriquecerles. Empezando por el hecho de que los niños bilingües son más veloces mentalmente y acabando por el poder escoger en qué expresarse. Mi pregunta es, finalmente ¿por qué sustituir algo que nos hace bien, y no impide el conocimiento de otra lengua? Y, ¿Dónde está el problema de que la escolarización en Cataluña, sea en catalán? O, quizás ¿Dónde está el problema de que su hijo o usted aprendan?

Así que si pudiese decirle algo ahora mismo a todos esos ladrones que se dedican a chupar de nuestros bolsillos y a llevarnos a la ruina mientras viajan en primera clase y luego hablan de crisis, sería que dejasen de hacer leyes absurdas a favor del odio y el egoísmo de unos cuantos. Sabemos que lo robáis todo, pero no seáis avariciosos, que la riqueza cultural está para compartirla –al igual que nuestro dinero, por si no entendéis el concepto.

I, si us plau, deixeu de fer-me pasar Wertgonya, que ja vam tenir prou amb Franco.

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