Tu amor nunca fue el mismo que el mío.
Recuerdo que por mucho que me esforzase, la mayoría de veces
no eras capaz de entender mis palabras, lo que aumentaba mis sospechas de que
al fin y al cabo simplemente fuesen eso: palabras. Paredes rígidas que sirven
de receptáculo a imágenes mentales, hogar platónico de las ideas. Letras
sucediéndose una tras otra, líneas de puntos. Casillas que marcar, incluso a
veces listas clasificatorias.
Carne de diccionario y de todo aquello que podemos tocar, de
todo aquello que toca con los pies en el suelo. Un sujeto y predicado que
tomaban significado en base a un contexto, millones de acepciones. Al fin y al cabo, palabras.
Con el tiempo entendí que las palabras verdaderamente
importantes no caben en un diccionario porque nadie ha sabido definirlas con
precisión; o, para ser más exacta: puede que esas sean de las que somos
verdaderamente responsables, por ser las definiciones que escribimos nosotros.
Creo que por eso no supiste entenderme nunca.
Y es que a mí el amor de la Rae, ese “sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su
propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser” me
resultaba incluso más insuficiente que tu ausencia, o mis ganas de suplirla por
un pecho en que apoyarme.
Tu amor nunca fue
el mismo que el mío, y la humanidad lleva años sintiéndose culpable por el
fracaso de algo que parte de una raíz tan simple como las definiciones, el usar
bien el vocabulario; y es que las palabras verdaderamente importantes empiezan
a tomar sentido cuando alguien consigue que sintamos lo que quieren decir. Somos
responsables de los diccionarios ajenos, y puede que por eso sea tan importante
construir el propio.
Viví muchos años utilizando la palabra “fe” en vano, al
igual que “compromiso”, “lealtad”, “suerte”, “amistad” o “amor”. Puede que
todos lo hagamos porque en Hollywood son expertos en ponerle cuatro paredes a
algo tan intangible como eso. Entonces entendí que la fe no era un amigo
invisible a quien hablarle cuando una se siente sola, sino respirar hondo y
confiar en la efe de fuerza. Que un hogar puede que en el fondo no fuesen más
que dos brazos en los que siempre nos sentimos a salvo, que el compromiso sabía
más de aviones que de anillos, y que la suerte estaba hecha mitad de amor y
mitad de trabajo. Que la amistad y el amor eran muy parecidos y necesarios, y
que darse cuenta de todo ello era el primer paso para sentirse viva. Para no
solo ser, sino saber que estaba siendo. Que todo eso de los principios tenía
que ver con todas nuestras acepciones.
Tu amor nunca fue el mismo que el mío, porque los definimos
en dimensiones distintas, y nadie nos contó que los seres humanos podíamos
entender algo tan universal con un millón de matices. Nos vendieron el amor y
lloramos por creer haberlo estropeado, sin saber que quizás es que no supimos
entenderlo. No usamos bien las palabras, no nos dijeron que se debía leer entre
líneas para entender que las palabras verdaderamente importantes, lo son por
todo aquello que no son al definirse.
Y puede que la poesía en el fondo sea eso: lo que hace que
las palabras dejen de ser simplemente palabras.
Me encanta Ane.....♥
ResponderEliminarGracias, Emily :) <3
EliminarLlevo meses leyendo poesía por Internet, y nunca dejo ningún comentario porque no me parecen merecedores de semejantes versos, pero te prometo que esta vez ha sido inevitable. Lo que he leído ahora ha sido exactamente lo que llevo buscando leer, sentir o escuchar desde que tengo uso de razón. Te has dado cuenta de todo. Enhorabuena, de corazón. Brillante.
ResponderEliminarUf...
EliminarUna no se acostumbra a cosas así. Gracias, preciosa. De corazón también :)
Tal y como nos cuentas, así, así, hemos vivido muchos años al lado dee una persona, hemos tenido hijos, los hijos de los dos; hemos pasado por mil dificultades y algunas alegrías y sucede que un día, de pronto, descubres que él no sabía cómo eras. Que tenía unas ideas muy equivocadas de tí. Es curioso. Porque los hechos son palpables. Entonces, no te extrañes las palabras son solo viento aunque ese viento salga de un violín. Los humanos estamos condenados a no comprendernos. Creo que en eso consiste el infierno.
ResponderEliminarUn abrazo. Franziska
Hola, Franziska.
EliminarMe emocionó muchísimo tu comentario en el post anterior, donde me decías que era una verdadera poeta. G R A C I A S de corazón :)
En segundo lugar, y respecto a lo que dices, me gusta creer que las personas somos capaces de llegar a descubrirnos de verdad y querernos así, dejarnos querer así y permitirnos querer a los demás... y ojalá el tiempo me de la razón, para renunciar a ese trocito de infierno, por lo menos :)
Un abrazo fortísimo,
Ane
Sencillamente, prefecto. Me ha encantado. Muchísimo. Un beso!
ResponderEliminarnice blog! xx
ResponderEliminargreetings from Poland,
Anja's blog-click♥
Hermoso
ResponderEliminarFan de este post,a veces sentirse identificada con textos como este despierta el alma para escribir.
ResponderEliminarGrande! Yo también escribo:
Yotambienquieroaprender.blogspot.com.es
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ResponderEliminarGrande! Yo también escribo:
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