-Y bien, ¿qué quieres que haga? Al parecer a eso estamos predestinados los escritores.
-¿Los escritores a eso?- preguntó incrédulo- Tonterías. Siempre os la ingeniáis para encandilar con palabras dulces a las mujeres, y os las acabáis quedando a todas. Maldito poeta; además tienes valor de quejarte ante un desdichado.
-¿Lo ves? A eso estoy predestinado.
-¿A qué?
-A nada.
-Vamos, tío. No me jodas. Vives entre angustias mientras andas por un camino de flores, ¿cómo se explica eso?
-Lo que te decía. Predestinado.
-Predestinado a ser un capullo.
-No. Predestinado a ser un loco incomprendido que nunca acaba de saciar su sed de soledad. Sometido a una puta introspección continua de mí mismo. Y la verdad es que cuanto más me conozco más me odio, más papeles necesito, más...
-Más bobadas. Estás como un cencerro...
-Me estás dando la razón. No logras entenderme. Puede que el destino del escritor sea también estar solo.
Mira, yo ya no sé que más decirte, tu tienes un Don! Eres increible chica.
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