miércoles, 16 de junio de 2010

Esta vez nigún duende me ha susurrado en el oído que escriba, ni tampoco tengo ganas de hablar acerca de lo que me cuentan mis lágrimas.
Sencillamente es ese escalofrío de cuando sabes que las cosas no van como tú quisieras. Que la rabia te corroe por dentro. No por nada, ni por todo. Por detalles, por excesos de sentimientos por un lado o por otro.
Estás hasta los cojones. Brusca y basta expresión pero al fin y al cabo es clara. Ha sonado el despertador, los pasajeros han subido al tren, ha subido el telón y debe empezar el espectáculo. Mientrastanto tú huyes. No tú físicamente, sino sencillamente tu moral.
No odias el mundo, tansolo necesitas escapar de la realidad. Necesitas romper esas cadenas que te abrazan cuál frío en el más terrible invierno y no te dejan salir de tu propia cárcel. Encontrar nuevas melodías encantadas que te eleven. Nuevas cuerdas para tu atrotinada guitarra desafinada que quiere volver a escribir canciones en el viento.
Quieres descubrir una nueva fuente de la que beber, otra fruta de la pasión que morder.
Poder dar un giro de ciento ochenta grados.
Que caiga la mentira, permanezca la verdad, y atrapes al vuelo algún que otro nuevo sueño, para que de un momento a otro pierdas en él el equilibrio de nuevo, y ese maldito reloj de arena vuelva a girar para que caigas...

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