jueves, 29 de agosto de 2013

Sobre cómo borrar un recuerdo

En las películas dicen muchas veces que antes de morir las personas vemos pasar nuestra vida por delante como si fuera una especie de flashback, un minifilm de recuerdos embotados en el último suspiro. Me pregunto cómo debe ser la muerte de cine para alguien con alzheimer. Qué poco esfuerzo, ¿verdad? Nada que borrar, nada que perder...nada.
El resto de humanos sin embargo perdemos el 90% de nuestro tiempo recordando que debemos olvidar -el pasado que nos persigue, el error que cometiste aquel día y todavía no te deja dormir, el amor de verano de hace tres años, lo que dijiste y te llevó a arrepentirte para siempre, lo que no dijiste, lo que dejaste de hacer...- para acabar recordándolo todo en el último minuto. 
Empiezo a pensar que ese memento se nos aparece por el simple hecho de que huimos durante toda nuestra vida de lo que hicimos mal, y la última palabra la tiene siempre el subconsciente. Maldito sea: se apodera de los sueños, doma los miedos y además se permite el lujo de controlarnos.
El otro día lo estuve pensando, y creo que la única manera de deshacerse de todo el ruido que genera es saturándolo. Puede parecer tonto, pero es simple: si llenas un vaso de agua sin parar, se desborda. Si hinchas demasiado un globo, explota. Si te sacias un recuerdo, desaparece.
No hablo de trastornos obsesivo-compulsivos, ni mucho menos, sino de sinceridad. Ejercicio de espejo por vicio, contarnos toda la verdad de golpe y pensar en ello hasta que duela y podamos curarnos.
Y así mueren los recuerdos. Un día de pronto todo vuelve a ti, regresa el pasado lleno de maletas semiabiertas por delante de tus ojos y no sientes más que dolor, un dolor que ni siquiera recordabas porque creías que lo habías dejado atrás. Saludas, y no tiene ni la educación de mirarte. Pasa y da la espalda, no ofrece ni pizca de ayuda. Y cuando estás en el ojo del huracán oyes un adiós a lo lejos, y ves una puerta cerrarse.
"Se ha ido", piensas, entre triste y eufórico. "Por fin podré olvidarlo". Y corres al picaporte para ver qué nueva oportunidad va a llamar al timbre.


Lo que no te contaron era que tenías tres ventanales detrás y un espacio nuevo que llenar con lo que queda por venir.


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