Hoy, como ya he dicho en Facebook, el texto no es mío. La maravilla que tenéis a continuación ha llegado a mí por casualidad, y con ese punto absurdo de todo lo que echas de menos y todavía no habías sido capaz de conocer. La persona que me ha dejado leerlo no ha querido compartirlo personalmente por h o por b, pero los dos hemos considerado -especialmente yo- que ésto merecía convertirse en suspiros dentro de vuestros pulmones y no en polvo de estantería o "aquello que nunca dije". Así que agarráos fuerte, porque sale de dentro, dentro, dentro... justo de ese lugar que nadie sabe donde queda exactamente, pero asusta mostrar a los demás. Así que un aplauso al valiente, y feliz viaje.
"Pessoa decía que todas las cartas de amor son ridículas; supongo que esta no va a
ser menos. No sé si es ridículo decir que me he aprendido de memoria el relieve
de tus nudillos bajo las yemas de mis dedos, o que me desvivo por tu mirada, esa
que queda vetada a cruzarse con la mía cuando estamos rodeados de comunes, o
que mi rotunda verdad eres tú. Se supone que tendría que asustarme el decir
ciertas frases, ¿no?, o al menos el hecho de sentirlas. Pero tengo el miedo tan
olvidado que ya ni siquiera recuerdo los precipicios de los que tanto te
hablaba en otoño. Ni las dudas.
Me
he dejado llevar por ti. Me hablas de historias que ni siquiera se han escrito
todavía, haciendo caso omiso del prometido ''No hacer planes'', haciendo que
paradójicamente las eche de menos, y las desee. Fue duro al principio: te costó
sudor y horas de palabrería que en muchas ocasiones rozaban el sinsentido. Pero
ahora cuentas con la capacidad de absorber hasta mi último pensamiento (tengo
infundadas sospechas de que mediante alguna técnica aprendida en tu apadrinado
Báltico). Te aseguro que ese don –y permíteme hacerle alusión de esta manera–
no lo recordaré de mala gana: perfecta simbiosis en confianza, complicidad y
bienestar. Te me has ganado a bocados gigantescos, figurada y literalmente. Con
una sonrisa en los labios (por, a veces, tener cerca los tuyos), afirmo que
tanta piel de gallina se me escapa de las manos. Lo censurable es que esto
último sea literal durante períodos de tiempo inconcebibles.
Pessoa
decía que las cartas de amor, si hay
amor, tienen que ser ridículas. Ridículo es que antes pensara que lo más
cerca que se puede estar de una persona es viendo el propio reflejo en su
mirada, ¿sabes?, pero el vivirte me ha enseñado que lo más cerca que se puede
estar de alguien es teniéndole bajo la piel. Y que te haga latir, aunque sea
con descontrol. Eso no importa. Lo más cerca que se puede estar de una persona
es diciéndole (sin saber si se están acertando con las palabras, eso tampoco
importa) que la felicidad es algo así como no querer estar en ninguna otra
parte. Y saber que es verdad.
Generalmente
no me gusta culpar a la distancia por aquello que no alcanzo, por los abrazos
que no doy, por los "Te necesito" que no pronuncio. Siempre intenté
convencerme de que los kilómetros se inventan, que no laten en la piel; y me
repetía que echar de menos es de cobardes, que tú y yo tenemos algo que excede
todo lo mundano, que es más especial que los números, las cifras e incluso las
palabras. Dejé de temer que el no tenernos cerca nos dejaría tiritando y
aprendí que con miradas también se puede hacer el amor. Sé que hemos dado mil
pasos hacia delante desde aquella fría mañana de octubre, cuando aún no
sabíamos que hay silencios que hablan y que las estrellas lo saben todo. La
casualidad, nuestra mágica casualidad, trenzó esos resúmenes de vida que hoy
improvisamos. Y ahora no quiero ni imaginar cuánto habría perdido si no nos
hubiéramos tropezado. Mi dependencia decidió esconderse en el abrigo de una
esperanza renovada.
Pessoa
decía que todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos, son naturalmente ridículas. Y yo digo que
sí, que se me escapa el sentido a borbotones con que tan solo un resquicio de
tu ser se aparezca en mitad de mi mente. Pero hasta aquí el seguir pensando que
esto lo sentirían mis células una sola vez, hasta aquí el seguir pensando que
el sacrificio es la base de todo uno más
uno.
No
me echaré nada en cara, tampoco a ti ni a mi ya querida distancia. Nos tengo en
demasiada estima. Y es que, ¿sabes?: también somos lo que hemos perdido; las
cicatrices siempre recordarán que el pasado fue real. Quizá una última
confesión: aprendí a recordar tu olor y lo seguiré utilizando para dormir
mejor, tan solo durante un tiempo, con tu permiso. Será la última huella –tu
última huella– para continuar sobreviviendo (exacto: ya no me asustan los
gerundios; me lanzo al fantástico vértigo de saberme capaz de volver a toparme
con otro alguien –porque es posible, porque hay que dejarse vivir–, de
llegarme a ver con que todo lo que quede fuera del límite de mis brazos al
rodearle me importe bien poco, con que estemos en una espiral, con que formemos
el plural más precioso de la Historia, con que nos encontremos… Sin miedo, sin
descanso, sin control)."
JML.
Con Pessoa de la mano e esas introducciones a lo Antoni Tabucchi (le habéis leido?.... es magnífico chicos..... magnífico
ResponderEliminary esas introducciones a lo Antonio Tabucchi (italiano que escribia en portugués y describía como nadie la "saudade" , llegando a lo más profunfdo del alma del portugués de clase media,
ResponderEliminarVuestro texto es magnífico, me ha encatando. A por el siguiente!
sushi soho es concha santiago ;)
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