domingo, 29 de abril de 2012

La falta de aire y el miedo a la caída siguen actuando como freno. Te coge, te abraza, te tensa, te ata y te desata sin piedad. Promete un infinito construyendo techos a tu espalda. Creería que no levantarías cabeza y se equivocó; no midió con precisión la magnitud de tus alas ni la fuerza de tu impulso.
Se olvidó de tus sueños y la brutalidad con la que te aferrabas a ellos; no sabías caminar sobre el suelo, siempre sacabas un pie del tiesto sin temer que de una revolada el viento se hiciese contigo. 
Era y soy; un alma libre, un dragón condenado a cadena perpetua que cuanto más lo comprimen más grande hace su jaula, pero que ante la inmensidad de las ocho letras de libertad reculaba por la inseguridad de ésta. 
Princesa sin trono, o al menos merecido. 
No me gustaban los títulos nobiliarios, esa era la paradoja.

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