sábado, 24 de julio de 2010

París, Agosto de 1863

Lo siento, pero no puedo. No voy a pedirte fuego para volver a encender la llama, ni suplicaré que ardas en mi misma hoguera.
Es más, ni siquiera hablaré acerca de ese perfume que nos embriagó, que quizás sea un hechizo pasajero que debamos olvidar y regalar al tiempo para que decida, pero éste es mal consejero.
A mi sonrisa jamás le echo un cable para que pudiese moverse a sus anchas.
Me enamoré de tí tristeza, por la incertidumbre de ser o no ser amada... y es que el cielo cae encima mío sin yo quererlo, y las hojas en verano dicen ser tus pies que vienen andando hacia los míos...

4 comentarios:

  1. hola anesantiago passate por mi blog porfavor y dime que te parece el tuyo me encanta gracias!

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. Marseille, Agosto de 1863

    Te comprendo, pero a la vez muero en mi soledad, aún más. Tú me hablas de fuego y yo no puedo susurrar nada más que el frío hielo, tú me hablas de pequeñas llamas, pero tus palabras hacen que se me aparezca un iceberg delante mis ojos marrones. Pero la proa ya está herida.
    Pensaba, con toda certeza, que nuestro amor sería pasión, serían noches de velas, y rojo sería nuestro color, creí qe nuestro amor sería eterno, pero eterno será el viento que pueda arrancarte un pedazo de ese aroma de tu perfume, eterno será quién dé fervor a tu llama. No sé que más decirte, tengo las manos heladas, el corazón no respira, y la brisa que me saluda todo los días no sonríe igual. Se me terminan las palabras, las lágrimas y la tinta de esta vieja pluma que me regalaste. Sólo me quedan pocas gotas de oscura tinta para poderte decir, poderte dibujar con letras, que estás en mis recuerdos, puedo verte en mis pensamientos y permanecerás en mis sueños.


    Un soñador cualquiera

    ResponderEliminar